La poesía es un arma que se dispara sola como el amor de un loco

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jueves, 30 de noviembre de 2017

Después de la noche vino la verdadera noche










Después de la noche vino la verdadera noche,
esa esquina donde vencernos en mitad de las palabras.
Tan solo abrimos las manos
como alas de albatros en un vuelo rasante,
y se fueron detrás, con los dedos,
la lumbre y el olor del fuego.
Más tarde recogimos las cenizas…
el ovillo de las sábanas y las flores.
El naufragio nos trajo a una isla perdida
donde los recuerdos buscan todavía
el aroma de aquella noche.



f.



Hurgar en los días grises









Una moneda al aire, decía, días nubosos y lluvia pálida.

Ignacio Escuín Borao


Hurgar en los días grises es como mirar al fondo de un pozo de agua oscura.
Siento el correr de la sangre por mis venas
y a veces, quizás, por mis dedos como una melodía de suicida.
Escucho en silencio el tañido del domingo,
ese eco fecundo, duro...y llueve sin descanso ante mis ojos.

Todo lo que da el azar es un hilo interminable de pérdidas,
lo que trae en la noche una mano con sus uñas negras
clavándose al costado izquierdo de tu cuerpo: llámale dolor.

Nunca vamos a ser libres,
la branza que nos ata tiene viejas cadenas,
nos hace temblar al albor de las tormentas
y con el viento húmedo y frío que arrastra.

Yo voy en busca de la nieve, caer en ella,
deshacerme en sus cristales...
y alargar la vida o este contorno azulado
que deja el silencio cuando calla.



f.




No busco la absolución










No busco la absolución,
esa medida católica del perdón.
¿Para qué el arrepentimiento,
la vuelta a los orígenes,
a la ficha primera del juego?
Hay siempre cristales rotos dentro,
un camino de sombras,
ciertas verdades empíricas que ya no existen
cuando has recogido tu cuerpo del deshecho sendero de la noche.



f.




Fotografía de Rosita Delfino




Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo










Una pasión fría endurece mis lágrimas.
Pesan las piedras en mis ojos: alguien
me destruye o me ama.

Antonio Gamoneda



Y vuelvo sin saberlo al extremo izquierdo,
al lugar de mi cuerpo que se hace dueño de la química,
como si mi sangre tuviera en su recorrido un quehacer de lumbres
y, apagada, llegase hasta aquí para sentir el soplo de la nieve,
llegase aquí para quemarse dentro,
donde el fuego es de un silencio sordo,
y solo deja escapar un humo de carbón imperceptible,
pero que me hacer abandona la alquimia
para derrumbar todas las murallas.




f.




Cada día se esfuerza el cuerpo en olvidar









Cada día se esfuerza el cuerpo en olvidar.
Las cancelas dejan pasar la luz, el aire se espesa,
caemos en el uso indebido del otro
cuando como palomas nuestras manos zurean el deseo.
La sombra sube perezosa camino de la atalaya,
tendrá en la noche la urgencia definida,
mientras el sueño del otoño camina deprisa,
se mece en las nubes y se derrama en los cerros.
Tal vez no tengamos esperanza,
quizás las luces que nos llaman
siguen solo luciendo a lo lejos.



f.




¿Cómo no salir agotado de este triste día?









¿Cómo no salir agotado de este triste día?
He andado por una avenida de lluvia,
una luz sin luz, apaciguada sombra perenne en la bruma.
No duerme el arquero y todo el silencio es una huella que te respira dentro.
La densidad de una palabra deja llagas en la boca,
heridas de sangre en las manos tiznadas de noche...
no sé qué traerá el invierno, ahora en mis bolsillos
llevo solo las últimas cenizas de noviembre.



f.




miércoles, 29 de noviembre de 2017

Respiro la lluvia mientras contemplo el gris horizonte










Respiro la lluvia mientras contemplo el gris horizonte.
No hay urgencia que dispare mi palabra,
solo tengo el pálpito, la caída silenciosa de un mundo,
mi devoción entre los dedos como la humedad que nunca se acaba.

Me encuentro en lo diminuto,
en cada esquina de mis múltiples muertes,
tengo un costado abierto a la noche
donde siempre penetra la oscuridad.
Caigo de nuevo, una y otra vez,
de bruces sobre la verdad
y me pierdo sin encontrar respuestas,
solo viento, solo humo, solo lluvia...

He descendido los peldaños desde cielo,
vuelvo con mis pasos sobre la agonía.
No temo, aunque sé que no hay más allá que este surco mío,
un regacho de sangre, la certera luz de un corazón
que sigue en cada verso dejándose la vida.



f.




Culmino un viaje por las playas desiertas del invierno









Culmino un viaje por las playas desiertas del invierno.
No hay mayor demostración de soledad
que contemplar el horizonte cóncavo
hasta donde llega la mirada,
y saber a la vez,
que detrás de ti,
en silencio,
otro mar de arena
sustenta por un instante
las huellas de tu paso.



f.



fotografía de Maria Holguera




Prescindo de la palabra muro









Prescindo de la palabra muro,
aunque por ella trepen rosas y madreselvas
aferradas a una hiedra que cobija.
Hay un deshacer de viento que acumula palabras
como hojas secas en los rincones
donde antes guardaba sus gemidos.



f.



Vuelvo a ti








Vuelvo a ti, desnudo de la noche
soy apenas la sombra del faro
que abarcó toda la penumbra.



f.




Las sílabas de la noche









Las sílabas de la noche
nos nombran como un murmullo:
ellas saben del laberinto...

La humedad del sueño
trae en sus dedos voces de muy adentro,
el pozo donde se hunde el silencio,
mientras la piel aprende a deshacer los viejos nudos
para que cada sílaba pueda tiznar de luz a un nuevo sentido.




f.




Hurgo en la noche con mi buril de hierro...









Hurgo en la noche con mi buril de hierro...
Acaso descubro la luz que surge en la piedra
o con mis propias manos abro surcos en la tierra
para saber del dolor de las raíces,
el quehacer de los gusanos.

Soy un zahorí sin nombre,
brota conmigo agua entre las sílabas de arena.
Tengo un pozo de oscuridad perfecta,
allí suena cada gota de lluvia,
mi sangre como un hilo recorriendo mi piel y mi fatiga.

Contemplo los planetas, los astros que titilan,
viene a mí la nieve, se queda en mis manos de zambra,
en mi costado herido por el tiempo.

Huelo las rosas que encadenan mi corazón al mundo,
y sé que todo está sin remedio perdido,
aunque sea en mi insomnio
cuando descubro la clave de un milagro.




f.




martes, 28 de noviembre de 2017

Presiento esta muerte









Presiento esta muerte.
Acerado mimbre
que teje su urdimbre de sal
sobre mi corazón.
Hay demasiado fuego
ardiendo en la noche,
demasiado silencio
buscando mi cuerpo.



f.



Fotografía de Joan Petanas




Viajo despacio









Viajo despacio,
transito como un tren nocturno
que se deshace en el horizonte.
A veces soy la luz,
a veces la ausencia.



f.




Cada día se esfuerza el cuerpo en olvidar











Cada día se esfuerza el cuerpo en olvidar.
Las cancelas dejan pasar la luz, el aire se espesa,
caemos en el uso indebido del otro
cuando como palomas nuestras manos zurean el deseo.
La sombra sube perezosa camino de la atalaya,
tendrá en la noche la urgencia definida,
mientras el sueño del otoño camina deprisa,
se mece en las nubes y se derrama en los cerros.
Tal vez no tengamos esperanza,
quizás las luces que nos llaman
siguen solo luciendo a lo lejos.



f.




Es en la mansedumbre de la noche








Es en la mansedumbre de la noche
cuando devoras los racimos de la lujuria.
Eres un poco diosa y un poco puta
y entre las dos nunca se cual es mi preferida.



f.




Breve sueño










Breve sueño,
demasiado fácil volver a beber el agua de la lluvia.
Crece la sombra en el constante dolor.
La herida tiene nombres.
Hay fuego y suena a lo lejos
el eco de las voces de un salmo.
No sé por qué mi infancia no se hace mayor conmigo.



f.




Abro lo incierto y salen pájaros










Abro lo incierto y salen pájaros,
un sinfín de pájaros que vuelan por el cielo.
Si todo fuera tan sencillo como apuntar los debes
o llevar un ábaco de perdidas
quizás no habría tantas palabras vanas
o no sería tal esta indiferencia que me dejan los días.
No escribo en la arena promesas,
ni dibujo en el agua nombres impares,
casi todo se convierte es un acto contemplativo
de como los errores propios y ajenos calan en mi entorno.
No vengo de la noche, soy la oscuridad
y mi sombra vigila cada ademán esperando mi caída...
Ella es parte de mi muerte y se sacia de mí cuando estoy triste.


f.




Frente a mí las palabras se deslizan












Frente a mí las palabras se deslizan
subiendo por los muros en busca de la extinción.
Cada tarde tienen su propia muerte,
su lado de la vida cosido a nosotros,
el que siempre duele y palpita indefenso.
Yo las siento irse, despacio,
tristes en su viaje al adiós.
Hay demasiadas cosas que se extinguen,
no solo las palabras del día,
todas esas cosas son mías, pequeñas como yo,
que después de mí dejarán solo un hueco,
cierta hondura en el aire,
un calor que lentamente se apaga
como las caricias que te deja el amor que se va.



f.



Es posible que la vida sea un juego










Es posible que la vida sea un juego,
un ir y venir en la tormenta
cuando nada de lo que hacemos nos salva.

Reconozco todos los silencios,
los míos y los que traes bajo la lluvia,
ya todos ellos viajan conmigo
encimados a mi corazón.

No temas amor,
la voz y la palabra
se hace junco de arroyo
y se mece al viento
dejándose llevar
como el resorte de un relámpago
que quema un instante de la noche.
Y yo, con unos mimbres secos
que manejo con mis manos,
haré un cesto,
donde voy a ir guardando todo lo vivido.



f.




Detrás de mi solo camina un desfiladero de sombras










Detrás de mi solo camina un desfiladero de sombras.
Un eco de voces y nombres que desconozco
pero que traen esquirlas apuntando hacia dentro.

Hay una brisa húmeda que empapa
y que me recuerda al olor penetrante
que sale de un crematorio.

Viajo por estos oscuros raíles de la noche.
Escucho como tiran piedras contra botellas vacías
y siento las risas de las hienas,
la estulticia y la ebriedad de los nuevos borrachos

Nada me queda por hacer en esta noche
salvo guarecerme de la pertinaz lluvia de noviembre.



f.



lunes, 27 de noviembre de 2017

Renuevo la geografía de mis sueños










Renuevo la geografía de mis sueños aunque tengan siempre el aroma del sándalo y se vistan de diminutas flores azules en un desierto con huellas de serpiente.
El cielo no gira y son sus raíces oscuras como estelas prendidas al corazón del invierno las que me hacen contemplar el dibujo perfecto de la eternidad.
Un hombre no deja de ser un acaso, la prevención de una palabra en mitad de un mapa que es sombra y es sueño, agua ligera que deja su huella entre los ecos de su paso.
Soy pues lo consciente y el fracaso de mis sueños, todo lo que arrastra la humedad del recuerdo, una memoria de bosques y sabaras que hacen cerrar los ojos y silenciar al mundo. Consigo volver hacia atrás y contemplarme como un niño entre las dunas enterrando todo lo pequeño en cajas de cerillas, cuando el mar dejó su resaca y había unas horas de arenas y horizonte azul.
Traigo el frío, el hurgar de la nieve en el corazón...será la edad pero se resienten mis huesos y todas las palabras que nacen de mí son retama de un calor que todavía busco en cada instante que respiro.



f.




Ni siquiera mi sombra despierta en mitad de la niebla










Ni siquiera mi sombra despierta en mitad de la niebla.
Solo percibo la soledad húmeda que nos inunda
como un susurro sin voz que empapa de tristeza tu cuerpo.



f.




Hay muertes tan pequeñas








Hay muertes tan pequeñas que son solo un corte, una herida...
sajado por un filo el corazón se estremece,
surgen preguntas de imposible respuesta,
una lluvia que va deshaciendo tu esperanza.

Entonces solo queda mirarte al espejo
y ante el vértigo del miedo
respirar hondo y mantener la calma...
el día puede hacerse interminable.



f.



Anuncio la lluvia









Anuncio la lluvia,
la caída indecorosa
de todos los sueños.
No poseo nada,
solo, tal vez,
una voluntad de hierro,
una guadaña negra,
labores de dioses
con que destruir
lo que voy creando.


f.











Miro mi reflejo en las lunas húmedas tras la lluvia.
No voy a nombrar más el frío aunque tenga la fiebre,
la que da ese estado de cansancio
que deja una larga noche de copas y cosas innombrables.
Cada paso que doy es una pérdida más
de la poca humanidad que me quedaba ayer.
Calles, avenidas, todas las luces apagadas,
me invade una gran tristeza,
es la hora en que ya no cabe más silencio dentro,
más soledad, más muerte...
y aún falta demasiado para ver amanecer.




f.




Hay un caer de luces sobre el agua








Hay un caer de luces sobre el agua, esquirlas de la noche, lumbre de un pasado pretérito, el resto de una agonía...
Es azul mi dolor, tengo las manos llenas de todo lo que se esconde detrás, lo que ya no sirve, la incertidumbre, la carcoma, el quehacer del tiempo que busca siempre devolver el polvo al polvo.
Vengo así, desnudo, con el frío encendido en la piel, estremecido en medio de lo que sin significados solo es maleza, la música de un día cualquiera de otoño, huellas de serpiente en la cintura, plumas de aves pegadas a la piel, pasos marcados en la oscuridad del páramo...un hombre, solo un hombre con raíces disueltas en el recuerdo, en la memoria colectiva...un hombre, un sueño roto, deshecho en el aroma de las rosas, pétalos que se vuelven cristales y son cuchillos que se clavan dentro, y que resuenan como un eco cuando al quejarme el mundo palidece, y dejo escapar un pequeño hilo de sangre que murmura, solo eso, un hilo de vida y el silencio habitándome.



f.



Donde duerme la voz








Donde duerme la voz, allí, allí se esconde el duende.



f.




domingo, 26 de noviembre de 2017

No veo más desiertos que el fondo perpetuo de mi mismo









No veo más desiertos que el fondo perpetuo de mi mismo,
esta hoguera de lumbre que ilumina mi oscuridad,
mientras contemplo el vuelo de los pájaros de la noche,
el silencio que me guarda su humedad
y las huellas de lo vivido
sonando para mí en las caracolas del tiempo...
la música que me habita,
las melodías que me hacen sonreír.



f.



No sé si viene un tiempo de rastreo









No sé si viene un tiempo de rastreo,
unas horas de eternidad perdida en medio de la noche,
el deshacer diario de un sinfín de nudos.

Una a una cada palabra guarda el trigo,
sus gramos de sal, su viento, su olvido,
el ramo de rosas, la cálida visita de un amigo.

Después todo el silencio, el lugar de la placenta,
casi otra muerte que crece en medio de tu pecho
y se hace bosque de veredas imprecisas,
márgenes del agua sin puentes y sin remansos,
río negro donde vomitar y ahogarse uno solo.

Preveo un mes y otro mes, desnudos, sin equipaje,
como hambrientos y oscuros personajes de una vieja novela
llegando a mí para entregarse en mi cuarto como hembras en celo
cuando solo quieren comerme el corazón.

Me queda sobrevivir y templar cada caricia,
cada hebra de sol que me deje este invierno temible,
no por el frío en que transita, si no por su mirada,
la holgada y vacía templanza de sus ojos,
donde solo existe la herrumbre del acero y de la desolación.



f.




Algunas veces creo









Algunas veces creo que todo lo que tiene valor para mí
se diluye como agua de lluvia entre mis manos
o se cae al suelo y se hace añicos
como si fuera hecho de un frágil cristal.
Solo las cosas diminutas,
aquellas que conservan
rumor, olor, voz de un instante,
permanece entre mis viejos bolsillos,
se reserva un sitio privado en mi recuerdo
o adquiere naturaleza y respira cerca de mi corazón.



f.




Que brevedad de distancias









Que brevedad de distancias
cuando los pájaros se ausentan
mientras todo cae
bajo la capa húmeda y silenciosa de la niebla.



f.




Frecuento cierta eternidad









Frecuento cierta eternidad,
la que anda entre las cosas sencillas
y que valoramos en el tiempo
unidas a recuerdos.
Viajan con nosotros,
a veces desde la infancia,
y tienen su propia sombra,
su propia voz,
sus propias palabras,
y nos asaltan
en un momento inesperado,
removiendo cosas olvidadas,
trayendo a nuestro encuentro
antiguas sensaciones que estremecen.



f.




Colgadas de los maderos del desván duermen las mazorcas














Colgadas de los maderos del desván duermen las mazorcas.
Escucho a lo lejos el sonido inconfundible de los afiladores.
Veo la hogaza de pan cortada en la mesa sobre un hule blanco.
Esta el banco de madera oscuro y silencioso donde nadie se sienta.
El fuego en el suelo con brasas de carbón y aroma de cocido.
La alacena donde se guarda la pequeña astral de carnicero.
Viejos peldaños con bordes de madera y un olor penetrante a lejía.
Un pasillo sin luz que alarga la casa hacia la oscuridad.
El baúl, la cama, el armario y su ruido nocturno de quera.
Un niño que sueña, entregado a descifrar el misterio
de un Sagrado Corazón ardiendo en su candela.



f.




Como un canto










Como un canto creciste en mis manos,
luego...luego de nuevo fuiste pájaro.



f.




sábado, 25 de noviembre de 2017

El amor es lo que estrujamos entre dos cuerpos










El amor es lo que estrujamos entre dos cuerpos,
lo que sudamos, resquebrajamos, tensionamos,
tiramos al aire para que sea cometa y busque la luz,
mientras nosotros somos dos perros de caza,
enlazados uno con el otro, sin piedad,
perdidos en la oscuridad del bosque.



f.



 



Prescinde la noche de palabras.












Prescinde la noche de palabras.
La oscuridad solo guía dedos de viento
sobre las cristaleras.
Escucho su voz y anoto símbolos
que vuelven con el invierno.



f.




Volver despacio desde la noche









Volver despacio desde la noche.
Atravesar todas las encrucijadas sin reposo.
Ser la oscuridad y ser la luz, la llaga abierta que rebosa.
Clamar desde el silencio. Ser la mentira y ser la verdad.
Recoger todos los verbos que sangran,
todos los adjetivos que se inmolan,
cerrar la vereda de los pronombres,
desasirse de las palabras de la muerte,
de la incesante virtud de la cicuta,
de la ansiedad y la vida, de mi deseo más intimo,
del desnudo quehacer del olfato de los perros,
de la hoguera y su devenir en hiedra,
del sudor pretérito y del sudor futuro,
de la ebriedad calcinada de mi boca y de la sagaz habilidad de mis manos...
las que crean este tapiz diario en que se mezcla mi razón y mi locura.



f.




Y también soy la lluvia y su horizonte rojo









Y también soy la lluvia y su horizonte rojo.
El viento que se deshace al ritmo de tu risa,
el cielo, la tierra, el mar,
una horda de pájaros volando sin control,
un galope blanco de caballos,
el lamento urdido en la penumbra,
la boca, la que alimentas de luz y de orégano
con la savia precisa de tu sexo.
Sabes que el orden invertebrado de las horas me conmueve...
tanta calma, tanta ausencia, tanta perdida
que nunca podré resucitar ni contigo en la noche.



f.




A este lado del amanecer solo quedan preguntas







A este lado del amanecer solo quedan preguntas.
Húmedas como el viento de la tormenta
se han quedado tiznando los cristales,
sin más respuestas que ofrecer que mi silencio
su latente vaho parece el aliento de la soledad.



f.




Padezco de siempre de varias maldades










Padezco de siempre de varias maldades,
aunque es cierto que soy buen tipo cuando me tratan bien,
pero tengo de familia cierta habilidad para la sorna
que se me escapa en noches de tabernas y aguardientes...
Me nacen versos cultivados al alba,
los que tienen todavía estremecido el dolor de su nacimiento
y se rebozan del color de las verdades más desnudas,
otros, sin embargo, al nacer tiemblan al calor del fuego
o me hacen un corte en las venas más cercanas al corazón...
todo puede suceder esas noches de invierno en las que nos rodea el frío.



f.



Quiebro el silencio










Quiebro el silencio,
es una luz que arde en el viento.
Todo lo que trae la aurora se hace de nombres,
las cosas más simples aparecen ante ti,
surge un nombre que las define
y ellas son lo que esperabas.

Un hombre tiene una sombra,
un quehacer de lumbre y de agua.
En su mano esconde
el dolor, la ira, una caricia...
saber como soltar al aire los pájaros del miedo
tiene el aliciente de la incertidumbre,
una vela que nos ilumina y que nos hace enmudecer.



f.




viernes, 24 de noviembre de 2017

Sombra de sombra…










Sombra de sombra…
tanta muerte buscando en el silencio
una palabra que nunca encuentra.



f.




No he mirado dentro de la noche









No he mirado dentro de la noche
tan solo dejé entrar mi lengua tímida en tu boca
y abrigué tu cuerpo encimado al mío
con un juego donde mis falanges supieron de distancias.



f.




Rebosará el invierno









Rebosará el invierno,
un páramo de lumbre y nieve,
un quehacer perenne de silencio,
a lo lejos humo, cerros altos de próximas estrellas,
algún ave que en medio del cielo me conmueve…
la distancia abierta entre nosotros
nombrando mares y desiertos
en el hueco profundo de las caracolas.



f.




Las luces en la noche arden alrededor de nosotros









Las luces en la noche arden alrededor de nosotros,
la lluvia de septiembre
se ha dejado media vida entre mis manos.
Todo parece azul detrás de las palabras,
se agrieta el tiempo cuando me contestas
y miras adelante, fijamente,
parece que tienes
en la oscuridad de la carretera
un extraño confidente,
alguien anónimo a quien confiarle tus secretos.
El mar solo se escucha cuando golpea las rocas,
respira entablando su decálogo de obviedades
mientras la sombra de los pinos
apenas deja ver lejanos barcos,
que tiritando en la penumbra
son como nosotros,
pequeños mundos navegando en soledad.




f.




Sabes bien










Sabes bien
que soy el animal totémico
que te busca en la noche.
Tú no me temes,
ni siquiera cuando ves en mis ojos
la mirada turbia que te perturba.
Alargas tus brazos,
me recibes en tus pechos,
y tus uñas hacen en mi espalda
surcos de sangre y fuego.



f.



Sigue mis pasos












Sigue mis pasos, soy la noche.



f.



Quiébrame









Quiébrame ahora con tu silencio,
cadena que guía mi corazón muerto.


f.



Todo silencio tiene sus mimbres y su espino










Todo silencio tiene sus mimbres y su espino,
su principio y su final apenas perceptible en el dolor.
Un caer dentro de piedra cuando se hunde en el pozo
y es un instante en que recorre el sendero del agua
hasta posarse lentamente en el fondo.
Es por este recorrido de donde fluye la sangre y la palabra.



f.



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